Ataque incendiario contra Safari-Zoo en Francia.

Durante la noche del 1 al 2 de agosto la entrada del Safari Zoo de Peaugres in Peaugres (Ardéche) fue atacada con artefactos incendiarios. Todas las cabinas que permitían el acceso de los vehículos al Zoo fueron quemadas y totalmente destruídas.

Ningún animal humano o no humano ha resultado heridx. Sin embargo el Zoo no ha podido abrir sus puertas a lxs visitantes, que aún encuentran educativo el cautiverio de animales no humanxs.

Comunicado anónimo: (traducción)

Peaugres (Ardèche) : Jaulas que llamamos libertad.

Un pensamiento para todas las personas, ya sea que estén encerradas en jaulas o no, que deseen verlas destruidas, conscientes de que no son sólo cosas. En nuestros pensamientos también están todas las criaturas vivientes que animan nuestros deseos de destruir dichos lugares de reclusión.

La semana pasada, atacamos el zoológico / safari de Peaugres, prendiendo fuego a sus cuatro cabinas usadas para la entrada de vehículos. Colocamos en cada uno de ellas dos dispositivos, el primero debajo de una de las ventanas, con la esperanza de que el calor hiciera explotar el vidrio y permitiera que el fuego se propagara en el interior, y el segundo al pie de la ventana, debajo de los paneles de madera. Nuestra idea fue la de multiplicar los lugares donde iniciar el fuego para que se propagase de la manera más eficiente. Además, también comprobamos que el incendio no fuera a propagarse al bosque cercano.
Todas las cabinas parecen haber sido destruidas, pero no tenemos confirmación de la efectividad de los dispositivos bajo las ventanas.

A continuación, algunas de las razones que motivaron este ataque y las reflexiones que nos llegaron durante la preparación del mismo.

Los zoológicos son prisiones que se presentan como lugares de entretenimiento, descubrimiento, educación e incluso conciencia y conservación de una vida aparentemente silvestre. Aunque muy a menudo nacen en cautiverio, en el momento en que fueron descubiertos por los colonos occidentales, fueron diezmados o enjaulados para ser llevados a los zoológios, ser exhibidos, usados como si fueran un regalo y como entretenimiento o como productos para negocios de circos o zoológicos.

Estos lugares y la propaganda que los rodea son la encarnación de la mentalidad especista que destruye el mundo del que se esperaría que fueran. Es decir, la superioridad que los seres humanos crean sobre el resto de los seres vivos y en virtud de la cual se dan la posibilidad de disponer y encerrar a los animales no humanos para su placer, ya sea culinario, emocional, cultural o científico.

Los zoológicos no dejan de recordarnos que los colonos no se limitaron a masacrar y exiliar animales no humanos, y bajo la apariencia de los mismos argumentos y ambiciones -para entretener y educar a través de la exhibición- desarrollaron y popularizaron los zoológicos humanos. A lo largo de un sangriento proceso de colonización fueron una demostración de racismo ostensible que está siempre presente, entre otras cosas, en las mentalidades y estructuras que denigran y/o exotizan a una categoría de personas.

Y son estos lugares (en su forma llamada «safari»), firmemente basados en la dominación especista que a todo el mundo le gustaría pasar por lugares donde «toman conciencia del medio ambiente», donde «descubren la naturaleza», donde los animales serían «salvajes» y «libres». Pero, sin pretender hacer una definición exhaustiva, los animales «en la naturaleza» no significa estar encerrados en pequeños parques , por donde circulan vehículos todo el día, alimentados y cuidados por seres humanos, privándoles de toda capacidad para ser autónomos y moverse. Las paredes y pantallas electrificadas que rodean estos parques no son su «entorno natural».
No hay más libertad para estos animales no humanos que para las personas de una sociedad en la que nos gustaría hacer creer que no existen otras barreras más que las visibles en cárceles y fronteras. Existe una palabra más apropiada para describir su situación : cautiverio.
Esta mentira, el estado «natural, libre y salvaje», además de ser un argumento de comercialización, se encuentra en el contenido educativo que enseña a su audiencia a que la «naturaleza» y la fauna que la compone están limitadas a espacios cerrados y dirigidos por humanos . Lo que subyace es que lo normal es ver osos y jirafas en Francia, es normal que los animales estén en jaulas, es normal que otras especies estén esclavizadas por los humanos, quienes deben «protegerlos».

Los zoológicos no son más que prisiones, negocios cuyos participantes justifican hipócritamente el confinamiento bajo el pretexto de proteger a las especies diezmadas, mientras participan para normalizar, trivializar y exaltar la dominación de la especie humana sobre todo lo que lo rodea.

Esta idea, de que hay seres «a los cuales proteger» sirve como pretexto para el establecimiento de varios tipos de confinamiento. Se encuentra en los discursos del estado que, con el pretexto de proteger, monitorear y controlar a las personas, afirman proporcionar seguridad mediante la implementación de dispositivos de seguridad (desde leyes a cámaras y a estimular a las personas a que denuncien). Es subyacente y también participa en el mantenimiento de otras formas de dominación estructural, como son el patriarcado y el racismo. El estado con la figura del padre, busca establecer una posición de poder, asegura anclar el miedo en los individuos y los priva de cualquier manera a ser autónomas en la organización de su propia defensa; creando así no solo una dependencia de una instancia protectora, sino también la sensación de debilidad e impotencia que alimenta esta lógica. Para ilustrar esto brevemente, es como a una persona categorizada como «mujer» que ella siempre en peligro, que es débil e incapaz de usar violencia física o verbal.

Este es el principio de la prisión dorada, donde ciertamente, los seres encerrados no son libres sino al menos «seguros». Y para las personas que niegan someterse a esta lógica protectora o que se consideran peligrosos para lxs demás, para sí mismxs o para la paz social, se crean cárceles mucho menos doradas.

Por la destrucción de todas las cárceles, cualquiera que sea la forma de sus barras.

francés:

Peaugres (Ardèche) : Des cages que l’on appelle liberté.

Une pensée pour toutes les personnes, qu’ils et elles soient enfermées dans des cages ou non, qui voudraient les voir détruites, en ayant conscience que celles-ci ne sont pas que matérielles.
Dans nos pensées sont aussi tous les êtres vivants qui animent nos envies de détruire comme de vivre.

La semaine passée, nous avons attaqué le zoo/safari de Peaugres, en mettant le feu à ses quatres caisses d’entrée, des petites cabines en préfabriqué recouvertes de panneaux en bois. Nous avons placé sur chacune d’elle deux dispositifs, le premier (une demi plaquette d’allume feu) sous une des fenêtres, en espérant que la chaleur ferait exploser la vitre et permettrait au feu de se répandre à l’intérieur, et le deuxième, (1,5 L d’un mélange d’essence et d’huile et le reste des allumes feu) au pied de la fenêtre, sous les panneaux en bois. Notre idée était de multiplier les endroits de départ de feu, pour que celui-ci se propage plus efficacement. Par ailleurs nous avons aussi vérifié que l’incendie ne pourrait vraisemblablement pas se propager à la forêt proche (séparé de celle çi par de la terre ou du bitume, et absence de vent).

Toutes les cabines semblent avoir été détruites, mais nous n’avons pas de confirmation quant à l’efficacité des dispositifs sous les fenêtres.

Ci dessous, quelques-unes des raisons qui ont motivées cette attaque, et des réflexions qui nous sont venues pendant la préparation de cette dernière.

Les zoos sont des prisons présentés comme des lieux de divertissement, de découverte, d’éducation et même de sensibilisation et de conservation d’une faune prétenduement sauvage. Alors que bien souvent celle-ci est née en captivité, et qui à l’époque où elle a été découverte par les colons occidentaux a été décimée et mise en cage pour être ramenée ici, exhibée, utilisée comme cadeau et objet de divertissement, comme fond de commerce de cirque ou de zoo.

Ces lieux et la propagande qui les entoure sont l’incarnation de la mentalité spéciste qui détruit le monde dont ils seraient sencé être un échantillon. C’est à dire la supériorité qu’instaurent les êtres humains sur le reste du vivant et en vertu de laquelle ils et elles se donne la possibilité de disposer et d’enfermer des êtres non-humains pour leur bon plaisir, qu’il soit culinaire, affectif, culturel ou scientifique.

Les zoos ne sont pas sans nous rappeler que les colons ne se sont pas limités à massacrer et exiler des animaux non-humain, et que c’est sous couvert des mêmes arguments et ambitions – divertir et éduquer par l’exhibition – que se sont développés et popularisés des « zoos humains » tout au long d’un processus sanglant de colonisation. Une démonstration de racisme ostensible toujours présente, entre autre dans les mentalités et structures qui dénigrent et/ou exotisent une catégorie de personnes.

Et ce sont ces lieux (dans leur forme dite « safari »), résolument basés sur la domination spéciste que l’on voudrait faire passer pour des endroits où se « sensibiliser à l’environement », où « découvrir la nature », où les animaux serait « à l’état sauvage » et « en liberté ». Mais, sans prétendre faire de définition exhautive, les animaux « à l’état sauvage » ça ne veut pas dire enfermé.es dans des parcs qui ne peuvent qu’être trop petits, traversés par des voitures toute la journée, nourri.es et soigné.es par des humain.es, les privant de toutes capacité à être autonome, et à se mouvoir.
Les murs et grillages électrifiés qui entourent ces parcs ne sont pas leur « environement naturel ». Celui-ci pourrait être, par exemple, les zones actuellement en train de se faire saccagées par les compagnies pétrolières qui fournissent l’essence qu’utilise la clientèle de ses safaris pour voir ces animaux, (et certes, celles de nos dispositifs).

Pas plus qu’elle n’existe pour les individus dans une société où l’on voudrait nous laisser penser qu’il n’y a pas d’autres barrières que celles visibles des prisons et des frontières, la liberté n’est pas laissée à ces animaux non humains. Un mot plus approprié existe pour décrire leur situation matérielle : la captivité.

Ce mensonge, l’état « naturel, libre et sauvage » en plus d’être un argument marketing, se retrouve dans le contenu pédagogique qui enseigne à son public que la « nature » et la faune qui la compose se limitent à des espaces cloisonnés et reconstitués par des humain.es. Ce qu’il sous-tend, c’est qu’il est normal de voir ours et girafes en france, normal que des animaux soient dans des cages, normal que les autres espèces soient asservies à l’être humain, lequel se doit de les « protéger ».

Les zoos ne sont rien d’autre que des prisons, des business dont les participantes justifient hypocritement l’enfermement sous couvert de protéger des espèces décimées, alors que participant à normaliser, à banaliser et à exalter la domination de l’espèce humaine sur ce qui l’entoure.

Cette idée, selon laquelle il existe des êtres « à protéger » sert de manière plus générale de prétexte à la mise en place de divers types d’enfermement. On la retrouve dans les discours de l’état qui, sous couvert de protéger, surveille et contrôle les individus dont il prétend assurer la sécurité par la mise en place de dispositifs sécuritaires (des lois au caméras en passant par le fichage et l’encouragement à la délation). Elle est sous-jacente et participe aussi au maintien d’autres formes de domination structurelle comme le patriarcat et le racisme par exemple.
L’état, la figure du père ou quelque autre acteur cherchant à asseoir une position de pouvoir, s’assure d’ancrer la peur dans des individus et leur ôte tout moyen d’être autonomes dans l’organisation de leur propre défense ; créant par là non seulement une dépendance à une instance protectrice mais aussi la sensation de faiblesse et d’impuissance qui auto-alimente cette logique. Pour illustrer brièvement ce propos, c’est le fait de dire à une personne catégorisée « femme » qu’elle est à la fois en danger, faible et inapte à user de la violence physique ou verbale.

C’est le principe de la prison dorée, où certes, les êtres enfermés ne sont pas libre, mais au moins « en sécurité ». Et pour les personnes qui refusent de se soumettre à cette logique protecteur.ice/protégé.e, et/ou jugées dangeureuses pour les autres, pour elle-même ou pour la paix sociale, des prisons beaucoup moins dorées sont prévues.

Pour la destruction de toutes les prisons, quelle que soit la forme de leurs barreaux.

Inglés:

Peaugres (Ardèche) :Cages that we call liberty.

A thought for all people, whether they are locked in cages or not, who would like to see them destroyed, aware that these are not only material. In our thoughts are also all living creatures that animate our desires to destroy as it does to live.

Last week, we attacked the zoo/safari of Peaugres, setting fire to its four entry boxes, small prefabricated cabins covered with wooden panels. We placed on each of them two devices, the first one (half a plate of firestarter) under one of the windows, hoping that the heat would blow up the glass and allow the fire to spread inside, and the second, (1.5 L of a mixture of gasoline and oil and the rest of the plate of the firestarter) at the foot of the window, under the wooden panels. Our idea was to multiply the places to start the fire so that it spreads more efficiently. In addition, we also verified that the fire could not possibly spread to the nearby forest (separated from that by land or bitume, and no wind).

All the cabins seem to have been destroyed, but we have no confirmation as to the effectiveness of the devices under the windows.

Below, some of the reasons that motivated this attack, and reflections that came to us during the preparation of the latter.

Zoos are prisons presented as places of entertainment, discovery, education and even awareness and conservation of an apparently wildlife. While very often they are born in captivity, and in the time they were discovered by Western settlers, decimated or caged to be brought here, to be exhibited, to be used as a gift and as entertainment, as product for circus or zoo businesses.

These places and the propaganda that surrounds them are the embodiment of the specist mentality that destroys the world of which they would be expected to be a sample. That is to say the superiority that human beings create over the rest of the living beings and by virtue of which they give themselves the possibility of disposing and enclosing non-human beings for their pleasure, whether it be culinary, emotional, cultural or scientific.

The zoos are not without reminding us that the settlers did not limit themselves to massacring and exiling non-human animals, and that it was under the guise of the same arguments and ambitions – to entertain and educate through exhibition – that they developed and popularized «human zoos» throughout a bloody process of colonization. A demonstration of ostensible racism always present, among other things in mentalities and structures that denigrate and/or exotise a category of people.

And it is these places (in their so-called «safari» form), firmly based on the speciesist domination that one would like to pass for places where you «become aware of the environment», where you «discover nature», where the animals would be «wild» and «free». But, without pretending to make an exhautive definition, animals «in the wild» doesn’t mean locked up in parks that can only be too small, crossed by cars all day long, fed and cared for by human beings, depriving them of all capacity to be autonomous, and to move around.

The electrified walls and screens surrounding these parks are not their «natural environment». This could be, for example, the areas currently being ransacked by the oil companies that provide the gasoline used by the customers of these safaris to see the animals, (and certainly, the oil use for our devices).

No more than for individuals in a society where we would like to be made to believe that there are no other barriers than those visible in prisons and on borders, no freedom is left to these non-human animals. A more appropriate word exists to describe their material situation: captivity.

This lie, the «natural, free and wild» state, in addition to being a marketing argument, is found in the educational content that teaches its audience that «nature» and the fauna that compose it are limited to enclosed and reconstituted spaces by humans. What it underlies is that it is normal to see bears and giraffes in France, it is normal that animals are in cages, it is normal that other species are enslaved to humans, who must «protect» them.

The zoos are nothing more than prisons, businesses whose participants justify hypocritically the confinement under the guise of protecting decimated species, while participating to normalize, trivialize and exalt the domination of the human species on everything that surrounds it.

This idea, that there are beings «to be protected» more generally serves as a pretext for the establishment of various types of confinement. It is found in the speeches of the state which, under the guise of protecting, monitors and controls the individuals it claims to provide security by the implementation of security devices (from laws, to cameras, through cataloging and the encouragement to denounce). It is underlying and also participates in maintaining other forms of structural domination such as patriarchy and racism. The state, the figure of the father or some other player seeking to establish a position of power, makes sure to anchor fear in individuals and deprives them of any means of being autonomous in the organization of their own defense; thereby creating not only a dependence on a protective instance but also the feeling of weakness and helplessness that self-feeds this logic.To illustrate this briefly, it is to tell a person categorized as «woman» that she is at the same time in danger, weak and unfit to use physical or verbal violence.

This is the principle of the gilded prison, where certainly, the locked up beings are not free, but at least «safe». And for people who refuse to submit to this protective/protected logic, and/or judged to be dangerous for others, for themselves or for social peace, much less gilded prisons are planned.

For the destruction of all prisons, whatever the shape of their bars.

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